Apartamento para Fernando es la consecuencia de insertar en una estructura histórica nuevas necesidades habitacionales, una vez superados los convencionalismos tipológicos tradicionales. El resultado es una vivienda atractiva, funcional, serena y luminosa.
Cuando llegamos por primera vez al inmueble nos lo encontramos diáfano, expuesto, sin tabiques. Fernando nos cuenta que en su casa vivirán una o dos personas, que de vez cuando puede que se queden uno o dos invitados a dormir, y que también vendrán algunos más a cenar, o tomar algo.
Originalmente el edificio se organizaba en dos crujías, apoyadas en dos profundos muros de carga en sendas fachadas opuestas, y una línea estructural intermedia más ligera, pero también con fuerte presencia por su materialidad original y refuerzos vistos.
En algún momento de su vida útil el edificio había crecido hacia el patio de manzana, desplazando la línea de fachada y convirtiendo en interior lo que en principio pudo ser una galería. Y apareciendo, en consecuencia, una banda central con escasa luz natural y sin ventilación directa.
Decidimos aprovechar el enorme potencial del espacio desnudo. Dejamos la estructura existente exenta y proponemos una vivienda completamente abierta, en la que todo sea transparente y la luz pase de fachada a fachada. Queremos conseguir que la percepción del lugar sea infinita, y que cualquier límite se diluya.
Ubicamos el programa estratégicamente, de forma que no se interrumpan las visuales cruzadas. Los tres usos principales –estar, dormir y comer-, se disponen en paralelo, y sin división aparente entre ellos. Y rompemos en puntos concretos la ortogonalidad para multiplicar los reflejos y transparencias.
Los dormitorios dejan de ser estancias, para convertirse en muebles. Los cuartos húmedos se adosan tácticamente a la medianera y se separan del resto con un tabique transparente en su coronación. El techo continuo y el paso de la luz enfatizan la sensación de amplitud.